En los 1449 kilómetros que separan Pando de Riberalta, Ruben Darío Méndez Chávez (53 años) fue construyendo su propia narrativa, registrando el ritmo de la tierra y el andar de los hombres que pisaron ese camino antes que él. Había en su escritura el gusto por la historia y sus personajes. Quizás por eso encontró en el periodismo una manera distinta de contar el paso de la gente.
Rubén fue un periodista independiente que supo hilar una relación estrecha con la comunidad de Santa Cruz, en Bolivia, donde llegó cuando tenía 20 años. Desde ahí cubría casos policiales para periódicos como El Deber, El Nuevo Día y Extra.
También fue Secretario de Prensa y Cultura de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz (APCS). La gente que lo conoció recuerda que Rubén buscaba siempre brindar lo mejor de sí a su familia y a los periodistas.
Ninguno de sus cuatro hijos recuerda alguna ausencia. Era casi un ninja, que lograba mantener viva la llama del calor del hogar, combinado con la adrenalina constante del oficio. Por eso el “choquito de ojos verdes“, como lo llamaba su esposa, llenó de ternura la vida de sus nietas hasta el final de sus días.
Rubén Darío fue el responsable de impulsar las bolsas solidarias para los periodistas de bajos recursos, a través de la Asociación Nacional de Periodistas. Otro proyecto que también promovió fue el de las pruebas gratuitas para descartar el covid 19 entre los periodistas de Santa Cruz. En ese proceso se contagió. Su prioridad era que sus colegas tuvieran acceso a la prueba y al tratamiento antes que él. El día que le tocaba hacerse el examen, falleció.
La precariedad del sistema de Salud en Bolivia obligó a Ayrton Méndez, su hijo, a recorrer hasta tres hospitales donde no lo recibieron, a pesar de tener un seguro de salud. Finalmente falleció en su casa, junto a él. “Como hijos hay dolor con un poco de impotencia. Hay periodistas que no le dan, tal vez, la atención que merecen“, dijo Ayrton. En ese recorrido, muy diferente al que lo llevó desde su amazonía amada hasta Santa Cruz, quedó en evidencia las contradicciones del sistema de salud en Bolivia, pero también la solidaridad y el afecto de sus amigos de la Asociación Nacional de Periodistas.